viernes, 4 de enero de 2013


Consigna: Contrapunto. Consiste en una técnica narrativa que presenta simultáneamente tiempos, lugar y personajes, sin prevenir al lector del cambio.     

  

El contrapunto de la berenjena


      La atroz migraña que padecía Julia por tercer día consecutivo no fue óbice para que cumpliera con sus obligaciones laborales, que consistían en colocar berenjenas aliñadas en latas de conserva en una línea de producción. Aquel día el frío era intenso en la provincia de Ciudad Real y le dolían mucho las manos. No le gustaba su empleo, pero la idea de perderlo le producía terror. Su marido, Santi, estaba deprimido desde que estaba en paro. Dormía doce horas diarias y el resto del día andaba como un alma en pena por la casa, no se miraba al espejo, no se aseaba, no hablaba con nadie y sólo la presencia de Julia lo reconfortaba.

      A Julia le atormentaba no poder celebrar el cumpleaños de su marido como otras veces, pero no podían permitirse ningún extra. A Santi le daba igual cumplir cuarenta.

      En el barrio barcelonés de Sant Gervasi, Manuel Cano contemplaba el traje que su mujer, Inma, había insistido en hacer a medida en el londinense barrio de Saint James. Para ello, habían tenido que desplazarse tres veces a la capital inglesa. Para él, era un traje más en el vestidor. Para ella, algo más para presumir. Más de trescientos conocidos habían asistido a la fiesta del setenta cumpleaños de Manuel. Demasiados, para gusto del empresario jubilado, que sólo deseaba una vida tranquila. Sentado en el sillón del vestidor, pensó que su fábrica de cacahuetes, Cacahuetes Dolores, era un negocio con éxito exponencial. Desde 1960 hasta el día de hoy el crecimiento de su empresa fue constante.

      Julia estaba a punto de acabar su jornada cuando tuvo una idea. De camino a casa, pasó por el supermercado y compró algo que sabía que iba a gustar a Santi: un paquete de cacahuetes Dolores, fritos con miel y coco.

      Cada día, Santi esperaba la llegada de Julia detrás de la ventana. Cuando la veía llegar, volvía a ser persona y acudía a abrirle la puerta. Julia le dio un abrazo, sintió que su cabeza iba a estallar pero le felicitó el cumpleaños y le mostró el paquete de cacahuetes con tanta alegría que los dos empezaron a dar brincos en el recibidor. Lo abrieron y comieron los cacahuetes abrazados en el sofá, mientras veían las noticias.

      Manuel seguía sumido en sus pensamientos cuando Luci, la mujer que se ocupaba de la limpieza y manutención de la casa de la familia Cano desde hacía más de treinta años, le interrumpió.

      —Don Manuel, tenga, cómase esto —dijo acercándole un plato con berenjenas aliñadas Herrera—. Feliz cumpleaños.
      —Ay, Luci, tú sí que me conoces. El día que me faltes, me voy a quedar más solo que la una. 

      Y allí, sentado en el sillón, solo y en silencio, se comió una lata entera de berenjenas aliñadas Herrera, su favoritas, con rabito y todo.


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