domingo, 12 de mayo de 2013



Un monólogo interior en una carta que tal vez nadie lea escrita en un edificio en llamas. 

 A quien le pueda interesar.                              

¿A quién le puede interesar esta carta dirigida a nadie y que se quemará pronto? Ya huelo a chamusquina. Todos carbonizados, chimpún.
Si te gusta escribir, sabes que vas a palmarla y te pones a escribir.
Me bebería un cava fresquito, pero no hay. ¿Cómo va a haber si estamos en una oficina? A quien le pueda interesar le diré que vaya final más tonto. Aunque para tonto, mi compañero Andreu, que se ha metido en un armario a llorar. Dicen que cuando ves que tu final es cercano, tu vida pasa por tu mente como una película. No es cierto. Sé que voy a palmarla y lo que quiero es comerme una coca de Llavaneras con piñones y tomarme una copa de cava. Sin más.
Tal vez no tenga consciencia de que voy a morir, de hecho creo que al final se obrará un milagro y alguien me rescatará de alguna manera. El teléfono no funciona y la salida de emergencia se ha bloqueado, sube tanto humo por ella que es más peligroso acercarse que dejarse morir. En todo este drama, viene mi jefa pisando fuerte y se inclina, sinuosa, hacia Roure. «Te deseo desde el día en que te hice la entrevista. Ven a mi despacho y hazme el amor», le ha espetado a bocajarro delante de toda la plantilla en silencio sepulcral.
«Estoy casado y no tengo ninguna intención de traicionar a mi mujer», le responde Roure ante nuestra mirada atónita. «¿De qué estás hablando? ¡Vamos a morir todos! ¿Se te ocurre una manera mejor de morir?». El pavo de Roure sigue en sus trece y la jefa se encierra, avergonzada, en su despacho y se corta las venas con unas tijeras.
Tal vez debería tomarme la muerte con más seriedad, pero me entra la risa floja cuando veo  a mis compañeros tan derrotados.
De pronto, aparece Wonderwoman al otro lado de la ventana, encajada en un arnés y colgada de una cuerda que baja desde la azotea mediante una polea. Con la mano izquierda se agarra a la cuerda y con la derecha saca un rompecristales y agujerea la ventana, al tiempo que me dice: «Matías, deja de escribir y agárrate a mí, que nos vamos». Reconozco su voz, es la buenorra de Eurosiesta, la empresa del décimo piso. A veces las oportunidades las pintan calvas y otras veces en forma de maciza. Así que, comprenderán ustedes que acabe aquí mi epístola. Tengo cosas que hacer.
¡Adiosito!
Matías Galí 

No hay comentarios:

Publicar un comentario