lunes, 20 de mayo de 2013


Museo de las carrozas fúnebres 

La noche de los museos es una fabulosa iniciativa para incentivar visitas a los múltiples y variados museos de nuestra ciudad. Todos  los años procuramos ir a uno: el Arqueólogo, el MNAC, el Picasso… y el recién estrenado Museo de las Carrozas fúnebres.

¿Parece macabro? No lo es. La muerte es una parte de la vida. ¿Verdad que nos acercamos a conocer monumentos como Stonehenge, la Naveta des Tudons o los sarcófagos egipcios del British Museum? Los ritos funerarios han existido desde la Prehistoria y son parte de nuestra cultura. Las carrozas fúnebres también forman parte de nuestra cultura.

Allí se recoge una colección de trece carrozas y seis coches de respeto, que transportaban a los familiares del difunto. Esta colección se inició en 1970 y estaba almacenada, de forma privada, en los sótanos del tanatorio de Sancho de Ávila, hasta que se decidió exponer al público este patrimonio.

En la visita guiada nos explicaron varias curiosidades sobre los ritos funerarios a partir del siglo XIX en Barcelona. Hasta entonces, los cadáveres se  enterraban junto a las parroquias donde se celebraba el funeral. Esta costumbre permitía tener a los difuntos familiares cerca y también cerca de la casa de Dios para que las almas de éstos permanecieran protegidas. No obstante, la mortalidad era muy frecuente porque la esperanza de vida era de unos cincuenta años y la mortalidad infantil era de un 50% aproximadamente, excepto en las clases más favorecidas que era de un 30%. El hecho de levantar la tierra y remover los últimos cadáveres enterrados levantaba gases que eran muy tóxicos y ocasionaban muchas epidemias, por lo tanto, un alcalde de Barcelona mandó construir un cementerio alejado de la ciudad. Ello generó un malestar terrible entre la población, por la distancia que les separaba de sus difuntos. Pero este cementerio fue devastado por las tropas napoleónicas y posteriormente se edificó el de Poble Nou, siguiendo el modelo italiano de XX.

Este modelo, de nichos, mostraba a todos iguales. Posteriormente se hizo una ampliación para colocar panteones para las familias más adineradas.

El cementerio de Poble Nou estaba a un kilómetro y medio de lo que era entonces Barcelona, y esa distancia que los separaba  estaba cubierta de descampados y campos, con lo que el cementerio estaba muy aislado. Existía la figura de los portadores de féretros: cuatro personas que ayudados de dos barras, llevaban el féretro hasta el cementerio. El camino era peligroso porque se producían robos y el alcalde decretó que los difuntos debían ser transportados en lo sucesivo en coches de caballos. Esto también creó descontento, porque los difuntos eran trasladados por animales en lugar de personas, no obstante, se convirtió en obligatorio. Ése fue el origen de las carrozas funerarias.

Las había de muchos tipos para todos los bolsillos. El funeral de una persona también era una demostración de estatus.

La familia Estrada, que tenían el taller de carrozas al lado de la Casa de la Caridad, que a su vez estaba ubicada junto al actual MACBA, se encargaron de construir la mayoría de carrozas que vemos hoy.

 


Carroza Estufa:
Esta carroza de estilo vienés podía ir tirada por cuatro o por ocho caballos. Se llama así porque el féretro iba protegido por cristales, que le resguardaban del frío y permitían ver la caja. Los cristales eran un material carísimo, de manera que esta carroza era un símbolo de riqueza. Se utilizó para el funeral de Santiago Rusiñol, Enric Prat de la Riba y el Conde Godó, entre otros prohombres de la Barcelona de principios del siglo XX



Carroza Grand Doumont:
Es de estilo barroco y está inspirada de una de origen francés del duque Louis D’Aumont. En lugar de cochero llevaba seis jinetes, llamados postillones. La carroza va precedida de un ángel que guía el alma del difunto. Es de Madrid pero se incorporó en 1920 en la Casa de la Caridad. Se utilizó para el entierro del torero José Gómez, Joselito.

 

Coche fúnebre número 2
Es de estilo clásico y se reservaba para servicios de lujos. Los faroles son isabelinos y está ornamentado con motivos florales (adormideras, símbolo del sueño eterno), siemprevivas y las piñas de los cipreses.


Carroza Gótica:
Es la única que es de color granate y se reservaba para Cuaresma. Es de estilo gótico, muy abundante durante el modenismo.

 

Carroza Imperial:
Es de estilo renacentista. Se construyó para entierros de gloria, como el de un emperador, por ejemplo. El cadalso (la parte que protege al féretro) está formado por cuatro columnas rematadas con capiteles con búhos, que eran considerados animales muy ligados a la muerte y que son capaces de ver en la oscuridad. El entablamiento (techo) está rematado por cuatro cráteras de fuego y una cúpula de cristal tallado que dejaba entrar luz sobre el féretro. En el cuerpo de la carroza destaca la corona de laurel con relieves dorados de hojas de acanto, adormideras y animales míticos. Se trasladó a Madrid para el entierro de Enrique Tierno Galván, el alcalde de Madrid y fue la última vez que se utilizó.







Carroza blanca:
Nunca se llegó a usar.


Coche fúnebre blanco:
Es en modelo “araña” y se utilizaba para niños, doncellas y religiosas. Se podía adornar con cintas azul celeste si el difunto era un niño y se repartían golosinas en el entierro.

 

Carroza angélica oro y plata:
Se utilizaba, también para niños.












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