Museo
de las carrozas fúnebres
La
noche de los museos es una fabulosa iniciativa para incentivar visitas a los
múltiples y variados museos de nuestra ciudad. Todos los años procuramos ir a uno: el Arqueólogo,
el MNAC, el Picasso… y el recién estrenado Museo de las Carrozas fúnebres.
¿Parece
macabro? No lo es. La muerte es una parte de la vida. ¿Verdad que nos acercamos
a conocer monumentos como Stonehenge, la Naveta des Tudons o los sarcófagos
egipcios del British Museum? Los ritos funerarios han existido desde la
Prehistoria y son parte de nuestra cultura. Las carrozas fúnebres también
forman parte de nuestra cultura.
Allí
se recoge una colección de trece carrozas y seis coches de respeto, que
transportaban a los familiares del difunto. Esta colección se inició en 1970 y
estaba almacenada, de forma privada, en los sótanos del tanatorio de Sancho de
Ávila, hasta que se decidió exponer al público este patrimonio.
En
la visita guiada nos explicaron varias curiosidades sobre los ritos funerarios
a partir del siglo XIX en Barcelona. Hasta entonces, los cadáveres se enterraban junto a las parroquias donde se
celebraba el funeral. Esta costumbre permitía tener a los difuntos familiares
cerca y también cerca de la casa de Dios para que las almas de éstos
permanecieran protegidas. No obstante, la mortalidad era muy frecuente porque
la esperanza de vida era de unos cincuenta años y la mortalidad infantil era de
un 50% aproximadamente, excepto en las clases más favorecidas que era de un
30%. El hecho de levantar la tierra y remover los últimos cadáveres enterrados
levantaba gases que eran muy tóxicos y ocasionaban muchas epidemias, por lo
tanto, un alcalde de Barcelona mandó construir un cementerio alejado de la
ciudad. Ello generó un malestar terrible entre la población, por la distancia
que les separaba de sus difuntos. Pero este cementerio fue devastado por las
tropas napoleónicas y posteriormente se edificó el de Poble Nou, siguiendo el
modelo italiano de XX.
Este
modelo, de nichos, mostraba a todos iguales. Posteriormente se hizo una
ampliación para colocar panteones para las familias más adineradas.
El
cementerio de Poble Nou estaba a un kilómetro y medio de lo que era entonces
Barcelona, y esa distancia que los separaba estaba cubierta de descampados y campos, con
lo que el cementerio estaba muy aislado. Existía la figura de los portadores de
féretros: cuatro personas que ayudados de dos barras, llevaban el féretro hasta
el cementerio. El camino era peligroso porque se producían robos y el alcalde
decretó que los difuntos debían ser transportados en lo sucesivo en coches de
caballos. Esto también creó descontento, porque los difuntos eran trasladados
por animales en lugar de personas, no obstante, se convirtió en obligatorio. Ése
fue el origen de las carrozas funerarias.
Las
había de muchos tipos para todos los bolsillos. El funeral de una persona
también era una demostración de estatus.
La
familia Estrada, que tenían el taller de carrozas al lado de la Casa de la
Caridad, que a su vez estaba ubicada junto al actual MACBA, se encargaron de
construir la mayoría de carrozas que vemos hoy.
Carroza
Estufa:
Esta
carroza de estilo vienés podía ir tirada por cuatro o por ocho caballos. Se
llama así porque el féretro iba protegido por cristales, que le resguardaban
del frío y permitían ver la caja. Los cristales eran un material carísimo, de
manera que esta carroza era un símbolo de riqueza. Se utilizó para el funeral
de Santiago Rusiñol, Enric Prat de la Riba y el Conde Godó, entre otros
prohombres de la Barcelona de principios del siglo XX
Carroza
Grand Doumont:
Es
de estilo barroco y está inspirada de una de origen francés del duque Louis
D’Aumont. En lugar de cochero llevaba seis jinetes, llamados postillones. La
carroza va precedida de un ángel que guía el alma del difunto. Es de Madrid
pero se incorporó en 1920 en la Casa de la Caridad. Se utilizó para el entierro
del torero José Gómez, Joselito.
Coche
fúnebre número 2
Es
de estilo clásico y se reservaba para servicios de lujos. Los faroles son isabelinos
y está ornamentado con motivos florales (adormideras, símbolo del sueño
eterno), siemprevivas y las piñas de los cipreses.
Carroza
Gótica:
Es
la única que es de color granate y se reservaba para Cuaresma. Es de estilo
gótico, muy abundante durante el modenismo.
Carroza
Imperial:
Es
de estilo renacentista. Se construyó para entierros de gloria, como el de un
emperador, por ejemplo. El cadalso (la parte que protege al féretro) está
formado por cuatro columnas rematadas con capiteles con búhos, que eran
considerados animales muy ligados a la muerte y que son capaces de ver en la
oscuridad. El entablamiento (techo) está rematado por cuatro cráteras de fuego
y una cúpula de cristal tallado que dejaba entrar luz sobre el féretro. En el
cuerpo de la carroza destaca la corona de laurel con relieves dorados de hojas
de acanto, adormideras y animales míticos. Se trasladó a Madrid para el
entierro de Enrique Tierno Galván, el alcalde de Madrid y fue la última vez que
se utilizó.
Carroza
blanca:
Nunca
se llegó a usar.
Coche
fúnebre blanco:
Es
en modelo “araña” y se utilizaba para niños, doncellas y religiosas. Se podía
adornar con cintas azul celeste si el difunto era un niño y se repartían
golosinas en el entierro.
Carroza
angélica oro y plata:
Se
utilizaba, también para niños.
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