Recorrido por Las Ramblas
En Barcelona hay una calle que tiene cientos de años de
historia. Es un lugar donde es posible caminar sobre las olas, pasear bajo un túnel
de árboles, comprar higos en enero, pasar el día de museo en museo, escuchar
una ópera, el trinar de los pájaros y decenas de idiomas diferentes, comprar flores y celebrar un
triunfo del Barça: La Rambla.
Barcelona tuvo una muralla romana cuyos restos se pueden
contemplar junto a la Catedral.
Posteriormente tuvo una muralla medieval de la que queda
mucho más de lo que se ve: las Ramblas, pues en lo que hoy constituye el lado
derecho (mirando desde el mar), durante la
Edad Media fue la segunda muralla. Un poco
después se construyó otra hasta el Paral·lel, en lo que hoy llamamos el Raval,
pero esta zona estaba destinada a huertos y a algún otro monasterio. El 70% de
los terrenos de todo lo que era Barcelona pertenecía a la Iglesia.
Esta segunda muralla medieval tenía cinco puertas y de éstas
sólo quedan dos recuerdos: el nombre de una de ellas, Portaferrissa, y unas
farolas de cinco brazos que iluminan el espacio donde estuvieron las antiguas
seis puertas. Es decir, cuando paseando por Las Ramblas veamos estas farolas,
significa que allí hubo una puerta en la muralla, es decir, una entrada a la ciudad.
De esta muralla sólo quedan unos restos en la rampa de un
parking que hay junto a la estatua de Pitarra.
Por las Ramblas bajaban aguas residuales que venían de
Collserola, con todo lo que éstas arrastraban. Con el tiempo, el agua se
canalizó y la Rambla
se convirtió en un arenal, que es lo que “Rambla” significa en árabe.
En el siglo XIX empieza a florecer una nueva clase social, se
trata de comerciantes que se iban enriqueciendo durante la Revolución
Industrial: la burguesía. Éstos miraban
a París con admiración, por ese motivo quisieron construir un paseo con casas
señoriales y árboles, por donde se pudiera pasear de manera agradable. Trajeron
plataneros de Girona y empezaron a construir edificios respetando la misma
altura. Incluso construyeron tres palacios: el de la Virreina , el Mojà, y el
Marc de Reus, los tres en pie.
En la parte inferior de les Rambles se construyó el primer
teatro de Barcelona: el teatro Principal, hoy cerrado como teatro y abierto
como billares. La planta superior tiene una cúpula espléndida. La fachada tiene
medallones con los bustos de algunos escritores. Este detalle se puso de moda,
como se puede observar en otros edificios de las Ramblas. El teatro Principal tuvo
un éxito apabullante.
El edificio que hoy alberga el trasnochado Museo de Cera fue,
en su día, un banco. Actualmente existen los cajeros automáticos, pero
antiguamente el dinero se tenía que retirar e ingresar en los bancos y la clase
burguesa floreciente necesitaba disponer de un banco al alcance. Frente al
Museo de Cera hay una estatua de varias doncellas bailando, gentileza de Mr.
Wallace, un multimillonario que quiso obsequiar a varias ciudades con estas
estatuas. El quisco donde se venden las entradas para el Museo de Cera es el
único que conserva el aspecto original de los antiguos quioscos de las Ramblas.
Un poco más hacia arriba se encuentra una estatua a Serafí Pitarra,
como homenaje a un dramaturgo que escribió obras representadas en el Teatro
Principal.
Antes de llegar, en el número 18, encontramos el Frontón Colón en el que fue el edificio Napoleón, en el que existió un estudio
fotográfico de muchísimo renombre. Qué menos que todo un estudio fotográfico
para una de las calles más retratadas… ¡del mundo!
Junto a este estudio hay un hotel restaurado, donde
antiguamente había dos losas con agujeros que habían hecho las prostitutas con
los zapatos de tacón, mientras temblaban de frío cuando esperaban a los
clientes. Había muchas prostitutas en las Ramblas porque llegaban muchos
marineros.
La calle Escudellers lleva hasta la Plaza George Orwell, dedicada
al escritor del libro 1884, que inspiró El gran hermano. Hoy en día tiene una
estatua que simboliza el ojo que todo lo ve. Y, además, tiene una cámara de
vigilancia. Paradojas.
Un poco más hacia delante encontramos la Academia de las Artes,
que en su día fue una mini sede de la Bolsa de Barcelona. Al lado, en la calle
Avinyó, un hotel, que en su día fue un burdel donde Picaso pintó Las señoritas de Aviñón.
En la calle Escudellers hay un piso donde Mossèn Cinto
Verdaguer, después de pasar un tiempo en Cuba y volver trastocado después de
ver tanta esclavitud, hacía exorcismos.
Volvemos a las Ramblas y seguimos subiendo. Nos encontramos una
casa muy colorida: la de Joan Güell, padre de Eusebi Güell (el del Parque
Güell).
En la misma manzana, al girar el CArrer Nou de les Rambles, nos
encontramos con el indescriptible Palau Güell, diseñado por Antoni Gaudí en
tiempos convulsos en los que una aplastada clase social proletaria empieza a
reclamar derechos y a revelarse contra la burguesía. A pesar de ello, Eusebi
Güell compró el local a buen precio y se fue a vivir junto a la casa de sus
padres, incluso construyó un pasillo que une las dos viviendas por el patio de
manzana. Antoni Gaudí era mal visto por los artistas coetáneos, porque trabajaba
sólo para la burguesía y vivía ajeno a la farándula y la bohemia.
Justo enfrente de este palacio vivió Pablo
Picasso durante un tiempo. Actualmente hay un hotel donde en su día hubo un
burdel, Edén, del que hoy sólo queda el homenaje del parking, que conserva su
nombre. Durante su etapa azul, Picasso pintó un retrato a la madame del burdel,
que tenía un ojo de cristal.
Adentrándonos por el Carrer Nou, habríamos encontrado el burdel
más famoso de Barcelona: La Criolla. Tuvo
mucha fama entre marineros, civiles, proletarios, burgueses (que a veces
visitaban el local después de asistir a una ópera en el Liceo), se extendió su
fama incluso al extranjero, pero una bomba cayó sobre La Criolla y no se conserva
nada de lo que fue.
Un día de 1835 se celebró una corrida de toros en la plaza del
Torín, ubicada donde actualmente está la sede de Gas Natural, en la
Barceloneta. Por lo visto los seis toros y el sobrero fueron pésimos y los
espectadores salieron muy enojados de la plaza, el clima en la ciudad se había
encrudecido por la explotación a la que estaban sometidos los obreros. Los
espectadores subieron las Ramblas en manifestación y el grupo se fue nutriendo
de otras personas que también deseaban expresar su descontento, empezaron a
incendiar monasterios (Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas) e
iglesias y formaron una revuelta. Derruidos los monasterios, Barcelona dispuso
de más espacio para construir viviendas.
La proliferación de viviendas obreras degrada la imagen
distinguida de las Ramblas y los ricos empiezan a irse a vivir al Paseo de
Gracia. Las calles colindantes se convierten en bajos fondos y en hervideros de
prostitución y marginación.
Donde actualmente está ubicada la Plaza Real (que se iba a
llamar Plaza de todos los héroes
españoles), antes estaba el convento de los Franciscanos. Se construyó la
plaza con la idea de que fuera de estilo francés, estaba cubierta de césped y
flores. El Ayuntamiento de Barcelona encargó unas farolas a Gaudí, él las
diseñó, pero al ir a cobrarlas, le dijeron que no tenían dinero y que le deban
una séptima parte de lo que habían acordado. Entraron en juicios y al final le
pagaron una quinta parte. Gaudí decidió no volver a hacer ningún diseño
público. Estas farolas está coronadas por el casco alado del dios Mercurio,
protector de los comerciantes.
El suelo de las Ramblas tiene una baldosa ondulada, que
simboliza las olas del mar. La zona de los pintores tiene otro pavimento, para
delimitar el espacio donde pueden vender sus cuadros.
Volvemos a las Ramblas y nos encontramos con un legado de Joan
Miró. Se trata de un mosaico en el suelo que muestra una persona paseando por
las Ramblas en un día de sol. Miró dejó tres legados públicos a los visitantes
de Barcelona: el mosaico en las Ramblas para los visitantes que llegan por mar,
un panel en la Terminal 2 del Aeropuerto para los que llegan por aire y el
monumento de la Dona i ocell, en el Parc de l’Escorxador, cerca de la estación
de Sants, para los que llegan en tren.
Junto al mosaico de Joan Miró, en una esquina vemos “la casa
dels paraigües”, de inspiración japonesa. Se trata de una casa construida por
un empresario que hizo su fortuna en Japón. La parte inferior es hoy en día un
banco, pero se puede entrar y conservar el mobiliario original traído de
Oriente.
Llegamos al Liceo. Se construyó como un teatro para la ópera, y
se convirtió el teatro de referencia para toda España. La zarzuela era para
Madrid, la ópera para Barcelona. Aquí se encontraba la sociedad más elitista de
aquella Barcelona floreciente, mientras que en el teatro Principal se
encontraba la clase más popular, a menudo se producían conflictos cuando
coincidían los espectáculos y los espectadores salían a la vez de ambos
teatros.
La Boquería se construyó para que los carniceros no hicieran su
mercado en medio de las Ramblas. Recibe el nombre de “boc”, que significa
“chivo”, que era lo que vendían los judíos, por eso el mercado de carne se
llamaba “boquería” incuso cuando estaba en medio de las Ramblas.
El escudo de Barcelona que luce en la entrada de la Boquería es
el antiguo, con la corona de Aragón y el murciélago (*).
Subimos al Palau de la Virreina. Un Virrey viudo quiso casar a
su hijo con una chica y el hijo la dejó plantada en el altar. El padre se casó
con ella y el virrey falleció al poco tiempo. La virreina se quedó en el
palacio y cuando murió, sin descendencia, legó el palacio al Ayuntamiento.
Actualmente hay un centro de arte. A la izquierda y en la acera de enfrente,
hay dos estatuas de Nuestra Señora del Rosario, patrona de las Ramblas. A la
derecha, un homenaje de los comerciantes rambleros a Mary Sampere. El día de la
inauguración, le prendieron fuego unos vándalos. Pero el dueño de un quiosco
de flores logró sofocar el fuego y en agradecimiento colocaron junto al
homenaje el logo de su tienda: una abeja sonriente con el gesto que
siempre hacía el florista.
Subimos hasta la fuente de Canaletas. Una leyenda dice que si
se bebe agua de esta fuente, se regresa a Barcelona. Actualmente se celebran
aquí los triunfos del Barça. Esto se debe a que sobre el actual restaurante
Nuria había una redacción de un periódico deportivo en la época en que los
partidos de fútbol no se retransmitían por radio. Entonces la gente se acercaba
a la redacción para conocer los resultados y, si habían ganado, entonces lo
celebraban allí.
La parte superior a las Ramblas era un hob de tranvías, casi
todos acababan allí su trayecto. Era un poco caótico. Pero la apertura del
metro logró despejar el tráfico en la zona.
¿No os apetece una visita por las Ramblas?
(*) En una campaña de Jaume I contra los árabes, un murciélago
que había percibido el acercamiento silencioso de las tropas árabes, se asustó,
y empezó a agitar sus alas sobre un tambor, formando tal estruendo, que los
árabes entendieron que el ejército catalano aragonés estaba en alerta y
dispuesto par el ataque, se asustaron y se fueron.
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