Cinc sentits es un tesoro escondido en el
Eixample. El nombre del restaurante es acertado, aunque no da fe de todo cuanto
acontece sobre sus manteles, porque además de recrear la vista con
presentaciones imaginativas, el oído con crujidos insólitos, el tacto con
tapillas imposibles de alcanzar con cubiertos, el olfato con olores intensos y
el gusto con sabores exquisitos, Cinc sentits hace alarde de un sentido de la
elegancia extensible a todos los niveles medibles en restauración: el respeto a
la altísima gastronomía, trato atento, decoración del local, interés por el
disfrute de los clientes y una lista casi inacabable de parabienes.
La iluminación es tenue, si la visita al
restaurante es de día, la sensación de oscuridad al entrar es extraña, pero
conforme nuestras pupilas se adaptan al nuevo medio, el comensal percibe que
las luces enfocan, principalmente, los platos y, por extensión, a los
comensales. Los camareros participan en el show desde un segundo plano, casi en
penumbra. Su presencia es constante, las copas siempre están llenas por arte de
magia. Pero está claro: la protagonista es la comida. La primera pregunta que
hacen es en qué idioma deseamos hablar, por lo visto conocen un amplio abanico
de lenguas. A continuación escogemos un menú entre cuatro posibles: de 109€, de
79€, de 59€ y de 49€. Escogemos el de 59€. La ocasión lo merece, porque mi tía Maruja
cumple 75 años y me invita generosa y amablemente.
Y empieza el festín: cuatro tapas: crujiente de
bacalao (explosión de sabor), pan con romesco (delicioso) , pan con tomate
(deshidratado y desmenuzado, muy original) y oliva gordal marinada con ajo y hierbas de Collserola,
buenísima.
Y otra tapa de propina: Chupito de jarabe de arce,
nata, sabayon de cava y sal de mar. Se toma de un golpe, hasta que se nota la
sal en contraste con el jarabe, que está un poco caliente. Una sensación indescriptible
y un postgusto largo y delicioso.
Empiezan los platos serios y, para acompañarlos,
nos dan a escoger tres tipos diferentes de pan: pan de cereales, pan ahumado de
trigo y pan blanco. Está muy bueno y sólo puede mejorar de una manera: con
aceite. Podemos escoger: de Les Garrigues y L’Empordà.
Primer plato: pulpo con limón, pimienta bord de
Mallorca, ostra y alga. De rechupete.
Segundo plato: Verat (caballa) con manzana
congelada (es decir, ralladuras congeladas de manzana verde), apio, zanahoria y
crumble de pistachos. Muy gustoso. El pescado en su punto de sabor intenso y de
cocción.
Tercer plato (y, a mi gusto, el mejor): Huevo de
corral con patatas y anchoa. Impresionante. El huevo estaba poché, con un poco
de yema cruda en el centro, lo justo, que mezclada con el puré de patata y el
de achoa, estaba de lagrimilla. Una lástima cuando se acabó.
Cuarto plato: Arroz cremoso de bacalao con
guisantes y crujiente de miel. El arroz, correcto: ni duro, ni blando; vamos
bien. El bacalao buenísimo y todo
mezclado con el crujiente de miel ganó en intensidad y en constraste.
Quinto plato: ya lo decimos los taurófilos: no hay
quinto malo. Y éste no iba a ser una excepción. Ternera con chirivía y
coliflor. La coliflor estaba crudita y fría, para contrastar con la ternera
rebozada, que estaba deliciosa.
Mi tía Maruja, que rezuma glamour y estilo por los
cinco sentidos y más allá, me advirtió para entonces de lo ahíta que se
encontraba. Entonces llegó el postre.
Plátano en cuatro texturas. Mousse, bizcocho,
helado y macerado. A cuál mejor. ¡Qué barbaridad!
Cada manjar
se emplata en una fuente diferente. Todos ellos sorprendentes en forma y fondo.
Presentaciones asombrosas y sabores intensos.
Llegan los cafés y hay azúcar para todos los
gustos: blanco, moreno, con vainilla y de piedra.
Y, para acompañar los cafés:
tentaciones de pan con chocolate, músico en gelatina y nube de naranja. Todo
ello acompañado de una original galleta María.
Galleta María del Cinc Sentits
Al escoger el menú de 59€ asumimos el riesgo de
salir con hambre. Pero no, Cinc Sentits satisfizo todos nuestros sentidos.
¡Repetiremos!
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