lunes, 20 de abril de 2015

Relato perturbador



Sentada sobre una piedra, junto el río, Aurora contemplaba el curso del agua y añoraba a su difunto esposo, Tomás. Durante casi cuarenta años, todas las mañanas le despertó con un «hola, guapa» que le insuflaba energía para toda la jornada. Fue un marido atento y su pérdida le producía una soledad terrible.
Aquélla era una tarde de verano y el sol se filtraba entre las hojas brillantes de los álamos en aquel paraje tranquilo.
De regreso a casa, entre el camino y el río, encontró un cesto de mimbre cubierto con un delicado mantel ribeteado de encaje. Todavía no era temporada de setas, por lo que alguien habría olvidado su merienda. Se acercó al cesto, retiró el mantel y lo que vio le hizo dar un brinco hacia atrás.
Dentro del delicado cesto había una cabeza humana.
Con el corazón proyectando ráfagas de pulsaciones se volvió a acercar al cesto para intentar identificar aquella cabeza y vio que había pertenecido a un hombre joven y bien parecido. Muy bien parecido. Era la viva imagen de Elvis Presley en sus mejores tiempos. ¡Qué guapo era! Todavía con el corazón acelerado lo contempló y, de pronto, Elvis abrió los ojos y le dijo: «hola, guapa».
Conmovida, asió el cesto y se lo llevó a casa mientras la cabeza cantaba Are you lonesome tonight. No se lo diría a nadie. Quería pasar el resto de su vida acompañada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario