La historia del vino. Prehistoria y Egipto
Cuando
nos servimos una copa de vino, pocas veces pensamos en el largo recorrido que
ha tenido que atravesar hasta llegar a nuestros días. Miles de años de historia
se esconden en la esencia de esta bebida tan asociada a alegría y fiesta,
incluso escogida por Jesús y la
Iglesia católica para simbolizar la sangre de Cristo.
Prehistoria
El homo sapiens, que ya era sedentario,
custodiaba ganado para no tener que ir a cazarlo y conservaba alimentos en
vasijas de barro. Según los datos arqueológicos, la cepa, el género Vitis, coexistió con el homo sapiens, por lo que no resulta
descabellado pensar que uno de los alimentos almacenados en estas vasijas eran
las uvas y que, además, se guardaban en cuevas frías y húmedas. Inevitablemente
las uvas acabarían aplastadas, estrujadas y su mosto, fermentado.
El
cultivo rudimentario de la vid comenzó hace unos siete mil años, nada más, en
las estribaciones del Cáucaso. De allí se extendió hacia el sur, hacia las
llanuras de Mesopotamia, y posteriormente al este hasta India y China. Pero no fue
hasta alcanzar las costas del Mediterráneo cuando encontró su «tierra prometida».
Si
bien las civilizaciones antiguas más destacadas en nuestros tiempos son las de
Egipto, Grecia y Roma, a lo largo de los seis mil años anteriores a nuestra Era
se desarrollaron una serie de pueblos y de civilizaciones que marcaron
definitivamente el devenir de la humanidad, como las de Mesopotamia,
Creta-Micenas, Fenicia, Babilonia, Asiria, Persia, Bizancio, los pueblos germánicos,
el Imperio Carolingio, etc. Prácticamente todas ellas bebían vino y conocían a
fondo su proceso de elaboración y sus secretos de conservación. De hecho, el
vino constituía, entonces y miles de años después, uno de los alimentos básicos
de la población. Tenía propiedades medicinales y era parte de la cultura de los
pueblos.
Egipto.
En
Egipto se hallaron papiros que mostraban diversos tipos de uva, como la kankomet, que proporcionaba un vino
excepcional destinado únicamente al faraón o a determinados rituales de gran
relevancia, aunque no elaboraban únicamente vino a partir de la uva, sino
también de las granadas, los higos y los dátiles (hoy en día aún se elabora
vino de dátil, pero no se consume hasta que se destila en un licor llamado aragi). Llegaron a distinguir seis tipos
diferentes de vino: blanco, negro, rojo y del norte, y éste podría ser
Mareótico, Sebenítico y Teniótico.
De
hecho, el jeroglífico común para jardín, vino y vid está presente en numerosas
tumbas, así como el sofisticado proceso de elaboración, consistente en el
prensado de las uvas gracias un andamiaje, cuerdas y una tela. Este sistema se
siguió utilizando hasta el siglo XIX. El mosto se colocaba en vasijas
destapadas y se dejaba fermentar naturalmente gracias a las levaduras presentes
en las pieles de la uva. Una vez fermentado, el vino se trasegaba a otras
vasijas o bien se sellaban las primeras con un tapón agujereado que permitiera
que los gases de la segunda fermentación se escaparan. Una vez completada la
segunda fermentación, las vasijas se tapaban y se «etiquetaban», es decir, se
hacía constar quién era el dueño del viñedo, dónde estaba éste situado, la
calidad del vino y su fecha de elaboración, dato especialmente relevante puesto
que estos vinos debían consumirse en su primer año de vida, antes de
avinagrarse. Era conocido también que las mejores cosechas provenían del delta
del Nilo y de los oasis más occidentales del país. El aprecio de los egipcios
por las cualidades del vino, entre las que se atribuían ciertas «propiedades
mágicas», se piensa que obedecía al hecho de que el Nilo toma un color vinoso
durante el ciclo anual de las inundaciones.
El
consumo de vino en banquetes era frecuente y abundante, y considerado una
bebida digna de las clases sociales más altas, pues las inferiores bebían
cerveza y la leche estaba destinada, únicamente, para los niños y, según
cuentan, para los baños de Cleopatra. No estaba mal visto que las mujeres
también lo consumieran y existen dibujos y escritos que relatan las
consecuencias del consumo inmoderado de esta bebida, que pocos siglos después
tendría asignado un Dios.
Un antiguo proverbio egipcio reza : «En el agua puedes ver
reflejada tu cara, pero en el vino siempre aparece tu mejor cualidad».
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