jueves, 18 de julio de 2013


El vino durante el Imperio Romano

In vino, veritas.

Si bien los egipcios dejaron evidencia de la importancia del consumo de vino y los griegos fueron los primeros grandes impulsores de la cultura vinícola, los romanos, con su característica capacidad de organización, tomaron el relevo a los griegos,  que reservaban el consumo de vino para las clases más favorecidas, y lo «democratizaron», es decir: desde el esclavo al cónsul, pasando por el campesino y el patricio, hombres mujeres e incluso niños, todos ellos consumían medio litro diario de vino como necesidad vital.

De todos modos, el vino acompañaba las celebraciones y beber un buen vino de calidad, envejecido y procedente de una región con vinos de prestigio era señal de riqueza, status y buen gusto.

La democratización del vino supuso una expansión sin precedentes de la viticultura y la producción por todo el territorio del imperio, para asegurar un suministro adecuado a soldados y colonos romanos. Prueba de ello es la ingente cantidad de vasijas, jarros, ánforas y copas que se conservan en todos los museos de arte romano.

Pompeya se convirtió en una de las mejores zonas vitivinícolas del mundo romano y la principal suministradora de vino para la ciudad de Roma. No obstante, la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. supuso la destrucción de todos los viñedos y de las bodegas que almacenaban vinos del año anterior.

El vino de otras zonas sufrió un significativo aumento de precio y únicamente estaba al alcance de los romanos más adinerados. Esta escasez de vino provocó el pánico y se apresuraron a plantar viñedos en zonas cercanas a la ciudad a costa, incluso, de arrancar campos de cereal para plantar viñas. Se recuperó el suministro de vino, pero la falta de cereal contribuyó a una escasez de comida entre la poblada Roma.  El emperador Domiciano promulgó un edicto mediante el cual prohibía la plantación de nuevos viñedos y ordenaba arrancar la mitad de los de las provincias, edicto que fue desoído en gran medida aunque estuvo en vigor durante 188 años.

Algunos vinos romanos tenían una extraordinaria capacidad de duración, lo que indica que estaban bien elaborados. De todos modos, algunos textos citan que se cometieron errores, como la concentración del mosto para endulzar el vino, hirviéndolo en recipientes de plomo que producían intoxicaciones, cegueras, cólicos e incluso la muerte, achacadas a malas cosechas. Aun así, los romanos conocían, diferenciaban y apreciaban los distintos tipos de vino del imperio y bebían abundantes cantidades en las bacanales, que recibían este nombre en honor al dios Baco. Los antiguos romanos y griegos, acudían a las fiestas y banquetes con una corona de perejil, porque creían que esta planta absorbía los vapores etílicos y evitaba las borracheras.

Usos medicinales:

Según los romanos, el vino podía curar la mente de la depresión, la pérdida de memoria y el duelo, así como al cuerpo de problemas digestivos, urinarios, halitosis, mordeduras de serpiente, tenias y vértigo. El médico grecorromano Galeno curaba las heridas de los gladiadores con vino que utilizaba como antiséptico. También lo usaba como analgésico en cirugía.

También se utilizaba el uso para emborrachar a los acusados en los juicios, bajo la premisa «in vino, veritas» (en el vino está la verdad), porque sabían que una persona embriagada dice la verdad.

Podríamos escribir libros y libros sobre la cultura del vino durante el imperio romano, pero por ahora os facilitamos un breve resumen. Próximamente hablaremos del vino durante la apasionante Edad Media.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario